IMPASSE I

FINALES 1989       

I PARTE

Presenté en el taller el tratamiento final del texto teatral, escrito en cuatro cuadros. Desde su podio trono, Hugo fumando cigarro tras cigarro, escuchó. Los dos perros pastor alemán de cuyos nombres no me acuerdo, permanecían echados a sus pies, de vez en vez se levantaban para rondar todo el salón, o salir y volver a regresar, bostezar, dar tres vueltas y volver a echarse a los pies de Hugo.

    Tras diversas opiniones de los talleristas y objeciones, de casi todos, a un tratamiento explicito en lo sexual. Mi presentación de obra terminada, fue literalmente masacrada por Argüelles. Y no fue por la exposición del sexo explicito, ni por la sobre descripción de la exacerbada genitalidad de Nene, ni su mania de andarse rascando los güevos en cualquier lugar o momento o porque siempre anduviera caliente y trajera la verga tiesa.

    Tampoco objetó el que los personajes tuviesen orientación sexual enmarcada en el universo hoy clasificado LBGTTTI, en aquel entonces solo se decía gente gay o de ambiente. Sí, en México ya existía un movimiento que recién iniciaba la lucha, con altibajos, aciertos y descalabros, por la tolerancia y el natural derecho a la diversidad sexual. Para ese entonces Hugo había escrito y estrenado los Gallos Salvajes y tenía en tratamiento El Vals de los Buitres. Además de la Tarántula Art Nouveau De la Calle del Oro. Y Víctor Hugo Rascón Banda, alumno también de Argüelles había escrito y estrenado Armas Blancas. Nancy Cardenas había dirigido Los Chicos de la Banda. Y Gómez Vadillo produjo  Los Ojos del Hombre.

    Regresando a mi texto, lo primero que cuestionó fue el título "bingo bongo", que aunque chistoso, no tenia nada que ver con el tema de la obra. Luego, que un personaje se llamará Juana la Barroca, que en mucho se parecía al título de una obra llamada "Juana la Loca" del dramaturgo Miguel Sabido.  Y al final que el texto dramático no tuviese una progresión de situaciones concretas que desembocaran en un verdadero conflicto, y para colmo de males, el final no existía, eso fue por decisión propia, yo quería un final abierto, a lo que Hugo se oponía rotundamente.

    ¿Aciertos? ¿O cualidades? Sí, lo que le gustó fue que era evidentemente una pieza con tono de farza, pero lo que destaco era que cada uno de los personajes estaban escritos en un tono y genero teatral específico y diferente. Hugo con la última braza de su cigarro encendió otro y dijo:

David Arellano, Xavier Segoviano, Tumbarao teatro

    —"... la idea de un pinche Judicial bisexual, jarioso, güevudo y vergón que no se ensarta solo porque no puede,  no es nada nuevo. Lo que le da atractivo a la historia, es que se involucra en una historia de pasión con un prostituto que soportaba la metida de verga. Y que desde su perspectiva, éllos se encuenntran inmersos en una relación de amor. Y que esta se genera transitando en un congal. Y que como historia de pasión esta destinada a la destrucción de ambos por la propia naturaleza de la mecánica de pasión."

    El mesero se volvió un personaje símbolo, porque  en realidad no existía, era un figura recortada de cartón, que en mucho se parecía a los personajes chejovianos cuyo único mérito radicaba en que eran tan pendejos que más les valdría estar muertos, según decía Hugo.

    Y que el personaje más débil y sin mayor desarrollo era Barroca, que no se alcanzaba a definir que chingados era, y se movía en la comedia.

    Hugo recalcó: —"...Destilas la melcocha del peor melodrama en cada frase que escribes, y el pinche títulito, esta como para hacerlo rollito y metertelo por el culo. Lo único relevante, valioso es que encontraste un filón novedoso. Si en realidad logras rescatarlo y darle fuerza a tus personajes y dejas que se revuelquen en su propia mierda sin volverse melodramáticos,  quizá...  y sólo entonces,— recalcó —quizá tengas una texto dramático para ser representado."

    Hugo aspiro su cigarro esperando mi reacción. Me quede callado. Pues nunca había hecho un análisis tan conciso y profundo, separando la paja de lo que en realidad importaba. Ni durante mi carrera de actor en la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA. Estaba en febril shock intelectual.

    Nos interrumpió, desde la puerta del taller, la silenciosa presencia de Javier Rojo (Si la memoria no me falla) su asistente de casa desde 1950, quién miró a Hugo para ver si no se le ofrecía algo. Era tal la comunicación que tenían que ni siquiera lo volteo a ver para que él entendiera que el Maestro estaba bien. Era extraordinario, como este asistente personal del maestro, se aparecía justo cuando Hugo requería algo. Tenían como una comunicación telepática. Era él quién nos abría la reja metálica y la pequeña puerta de entrada en Cacahuamilpa número 6, en la colonia Hipódromo de la Condesa, en la hoy llamada Ciudad de México. En algunas ocasiones, salia a informarnos que el maestro no se encontraba y que esperáramos, pero no en el interior de su casa, sino afuera. Lo que más me impresionó, es como Javier sabía que el maestro fumaba el ultimo cigarrillo de una cajetilla, pues recién quedaba la colilla aplastada en el rebosante  cenicero, salido quién sabe de que parte de su laberíntica casa, estaba al lado del maestro entregándole otra cajetilla al tiempor que retiraba el colmado cenicero y dejar otro limpio.

 JULIÁN PIZÁ

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