EROS - THANATOS
La sociedad ha destinado lugares para "los malditos", donde se recluye a aquellos seres humanos arrojados por la comunidad que luego enfrentarán el horror de sus exilios. Se desea cubrirlos, incinerarlos y finalmente deshacerse de ellos, como el desperdicio maloliente que toda ciudad defeca.
Ancianos emprobrecidos, mendigos, alcohólicos, enfermos mentales, leprosos y delincuentes de todas edades habitan estos lugares, para no dañar con su presencia -y sobre todo con sus actos- el espejismo inmaculado de la elegante metrópoli.
Gabriel Weisz Carrington
Tumbarao se sumerje en las cloacas de la sociedad mexicana del siglo XX, selecciona cuatro personajes y los inserta en en bar de baja categoria, inmersos en sus propia pasiones, ilusiones y desencantos. Con la esperanza de un día alcanzar horizontes luminosos, viven sumergidos en la eterna noche de la transgreción a la que sociedad, de "la buenas consciencia", los ha condenado.
Como los describe Carrignton en su ensayo sobre la máscara de Genet. La sociead pulcra y reluciente, los ha condenado de manera irremediable a la clandestinidad. Sus amores no tienen cabida en una sociedad plagada de castas sociales, políticas y religiosas y su inmaculada respetabilidad
Tumbarao en su urdimbre se retroalimenta de la literatura de los llamados "poetas malditos". Aquí el vicio se vuelve virtud, el exceso cotidianidad, la violencia se torna en caricia y halago, porque es el único asidero que estos personajes tienen para sobrevivir en un mundo que les niega el natural derecho a la existencia. El expectador-lector solo tiene dos opciones viables: odiarlos y repelerlos ó ser solidario con éllos y amarlos.
Vivimos entre dos impulsos vitales, en lo biologico-psicológico, amor a la vida y amor a la muerte. Jung los denomino, Eros y Thanatos. Estos personajes, los de Tumbarao, aman profundamente la vida (Eros) pero son obligados a vivir en el área obscura de la misma (Thanatos). Su lucha es el resultado de sobrevivir la tensión constante que los acorrala. Vistos desde ese punto, su viaje vital esta condenado al fracaso, la sociedad no tiene un lugar para ellos. Así que transitan tomados de la mano entre el melodrama, lo ridículo y el esperpento, reclamando su elemental derecho a una existencia digna, sin etiquetas, sin mordazas, sin cadenas ni condenas. La exposición de sus modos de ver y vivir la vida es un desgarrador grito exigiendo y clamando por su "¡Libertad!".
Julián Pizá
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