REFLEXIONES

 Las historias de manera natural buscan su propio formato. Juegan a contarse de diversas formas. Se expanden o contraen, los protagonismos se intercambian, o bien dejan el tablado para proyectar un punto en particular de la historia de acuerdo a como lo vive un personaje determinado. Entran y salen nuevos personajes.

     No existen reglas fijas, ni recetas de cocina que puedan guiar al escritor narrador en el camino, es más, en varias ocaciones se inician nuevos caminos. Los esbozos se reconstruyen y trazan según el desarrollo de los eventos.

    Tumbarao, en un inicio, se propuso como un ejercicio de dramaturgia. Esa fue la semilla que se sumergio en la fertil tierra del subconciente y echó raices, sin apenas mostrar un mínimo brote. Un día de pronto, aparecío una pequeña brisna que miro al sol creatrivo, dió sus primeros retoños y entonces se propuso como un genero dramático, autonodenominado pieza, con tintes de melodrama. Los latinos y en especial los mexicanos vivimos inmersos en el.

    Tres personajes titubeantes, apenas esbozados, interrelacionados en un soliloquio en busca de un interlocutor interezado en escuchar sus historias, con un testigo mudo, un personaje esbozado y planteado como una silenta figura bidimensional. Esté en algún punto del proceso de montaje se volvio tridimensional, Mesero. 

Barroca, Tetis y Mesero en una fotografía de nota periodística

    El dramaturgo cuenta la historia de un modo y desde su particular punto de vista, esa es su contribución. El director de la puesta en escena, interpreta y aporta. El actor por su parte, le da cuerpo y gestos al personaje, agrega su propia vivencia e intuición, explora, descubre e interpreta. Algunas veces este trinomio no es un matrimonio bien avenido, otras sucede que la empatía les gana y los hechos ocurren, se vuelven tangible memoria de la diferencia creativa.

    Cuando los personajes son solidos y con raices profundas en su conducta, resisten tales ventarrones y esperan otros tiempos para mostrarse como éllos quieren.  En tumbarao teatro, los personajes tenian por primer nombre el artículo "él" o "la" y como apellido o en su caso segundo nombre el mote por el cual se les reconocía. Y asi subieron al escenario y representarón galas, función tras función; El Nene, La Barroca, La Tetis, El Mesero.

    Por el dichoso artículo antepuesto, La, que en lo práctico es femenino, Barroca entró en la confusión, genérica, y se convirtió, muy en su contra en un híbrido acomodaticio.

    Años después, casí una decada, al abordar el formato de guión, los dichosos artículos hicieron mutis por piernas. Ahora los personajes, se naturalizarón con su segundo nombre, Nene, Barroca, Tetis, Mesero. Así, llanos, sin posibles identidades equivocas. Ya la diegisis de la historia y su mundo diegético se encargarian de darles el lugar que a cual le correpondiera.  


Julián Pizá





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